No es hora de jugar a los dados

Eduardo Pérez Haro • 28 de noviembre de 2017

Para Eliana García Laguna

 

Actores políticos y procesos políticos sobre un escenario de exclusión social, violencia, tensión con Estados Unidos y encrucijada económica que se desdibuja en una falsa disyuntiva entre nacionalismo vs. globalización, con lo cual todo indica que no es hora de jugar a los dados.

 

Todo parece que los candidatos optarán por escamotear el tema del TLC para no convertirlo en una disyuntiva protagónica en la disputa por los electores y aparentemente harían bien, pues, hemos argumentado que el TLC no es por sí mismo un instrumento con el alcance para resolver el desarrollo nacional a la manera de un crecimiento capaz de resarcir los desequilibrios y desigualdades productivas, regionales y sociales que diferencian a los Méxicos y a los mexicanos que habitamos el territorio nacional, incluso a los millones de paisanos que viven en el país vecino del norte.

Mas no les será fácil porque la discusión está abierta, se han procesado cinco reuniones de negociación y se advierte que prolongarán sus encuentros hasta marzo próximo, nadie podría hacer oídos sordos de una discusión con la principal potencia del mundo cuando se trata de un tema que involucra un tráfico de mercancías con un valor de alrededor de los 800 mil millones de dólares y más aún, donde, todo el tiempo, campea una eventual suspensión del acuerdo ante los arrebatos del jefe de la Casa Blanca, siempre ávido de colgar alguna medalla a su deslucida gestión.

Quiéranlo o no, la discusión del TLC correrá en paralelo a los prolegómenos de las campañas y su desenlace, cualquiera que este sea, oscurecerá algunas áreas discursivas de los contendientes y el devenir del próximo régimen. El TLC por sus ventas no produce un desarrollo para el ingreso de todos los mexicanos dado que no genera trabajo más que para las empresas vinculadas a la exportación, pero genera el ingreso de dólares con los que se compran los insumos, refacciones y maquinaria de la mayor parte de las empresas que exportan y de las que producen para el mercado interior.

El volumen de los 800 mil millones de dólares que hemos referido arriba, es equivalente al producto nacional en dólares del orden de 19 pesos, esto no quiere decir que el PIB se genere por el TLC en su totalidad, pero digamos que sí genera la tercera parte y, en general, el comercio exterior sirve al funcionamiento de la economía que genera otro tanto y así, una tercera parte podría sucederse sin comercio exterior.

De manera que un país como el nuestro, que en promedio sólo crece alrededor de sólo dos puntos porcentuales del PIB, al debilitar el comercio en el que se apalanca su débil crecimiento, estará en riesgo de una disminución de entre uno y dos puntos porcentuales que podrían procesarse en dos o tres años, y sumergirse en una depresión. Se dirá que en ausencia del TLC se puede proseguir el comercio con los mismos Estados Unidos y diversificarlo con otras naciones, y es verdad que sí se puede, y que se puede hacer descansar el crecimiento en la ampliación del mercado interior, también es cierto que sí se puede. Lo que me parece deleznable es que se les ocurra ahora cuando era un proceso que debió emprenderse el mismo día que inició la desgravación arancelaria del TLC a la par del levantamiento Zapatista el 1° de enero de 1994.

El zapatismo desveló los saldos negativos de los regímenes posrevolucionarios y la inconveniencia de ceñirse a la globalización sin poner al día un esquema para resarcir los desequilibrios y desigualdades que se habían heredado del siglo precedente y los que se habían creado a lo largo del siglo que entonces se aproximaba a su fin. La izquierda estaba extraviada por embates perdidos ante la represión y los giros de la entonces Unión Soviética y en su disgregación, se reconocía en luchas de tímido carácter gremial-territorial que no descollaron al grado de colocar un planteamiento de política económica y de recuperación bajo nuevos términos de política-política, incluido el zapatismo, cuantimás los demás.

Ahora que la globalización hace agua, todos se tornan nacionalistas, desde Donald Trump hasta China (aunque en evidente discurso de contraste se presenta librecambista) y no por ser tarde es erróneo, pero será más difícil y no podrá realizarse sin comercio exterior, porque las cadenas de producción se eslabonan de forma multinacional y, en sentido estricto, no hay manera de echar reversa so pena de sucumbir frente al umbral competitivo que presupone esta revolución industrial, en que se fundamenta el intercambio y la formación de precios. Y sin embargo …

Habrá que emprender la gran marcha y tomar conciencia de que ello presupone una generación completa y un mecanismo de ingreso como gradual palanca de financiamiento, y acicatear los factores generales de la inversión y la producción con un eje orientado a la producción de medios de producción y la aproximación gradual al uso incremental de tecnologí@s avanzadas, lo cual presupone un nuevo acuerdo social que le de soporte político y una nueva institucionalidad, donde se considere en primer plano, el empleo, el papel del Estado en la colocación de las bases de fomento y en la direccionalidad de la economía, la regulación financiera y la distensión criminal. Sin exclusión de ninguno de estos elementos y sin prelación alguna.

Su dificultad es política en primer término, sin desestimar la técnica. Cualquiera de estos preceptos, a su vez, presupone elevadas ingenierías económicas, monetarias, fiscales, sociales y políticas entre los sectores económicos y territorios, entre sectores y estratos sociales, gremios y colectivos, y sobre esa armazón, favorecer la infraestructura de producción y comercio, la tecnología, el aprendizaje y la capacitación. Empero, insisto su dificultad es política en primer lugar. Lo demás puede caer en una aventura poco promisoria, como la de Trump para los Estados Unidos que fija intenciones y compromisos sin claridad de sustento ni consensos o en esfuerzos de ajuste y continuidad sin perspectiva cuyas facturas tuvo que pagar Obama y el neoliberalismo de los demócratas.

Voluntarismo silvestre o tecnocrático, desprovistos de los recursos de la crítica dialéctica y del arte de la política que saben de la unidad y lucha de contrarios. En México los candidatos obligados por el sofisma de sirenas ya están sobre el océano del concurso electoral. El PRI abrió su carta y mantiene arriba su juego para sorprender a su adversario mientras éste despliega zendo documento para demostrar que en todos los temas hay objetivo.

Pelearán por convencer a la mayoría de los votantes, echarán mano de los recursos al alcance de cada uno y, alguno, saldrá vencedor. Meade luchará contra AMLO mientras que AMLO luchará contra la maquinaria del sistema. Una asimetría de arranque. Meade tiene 20 años de experiencia en la administración pública, y todos los recursos del sistema, mientras AMLO cuenta con 30 años de experiencia política y con la extendida inconformidad de los mexicanos sobre los gobiernos del PAN y del PRI. En tanto, la historia de las desigualdades y desequilibrios que subyacen como causas de los movimientos sociales y los colectivos emergentes, han corrido su suerte por cuenta propia tras el intento de frenar la violencia y ampliar sus derechos.

Actores políticos y procesos políticos sobre un escenario de exclusión social, violencia, tensión con Estados Unidos y encrucijada económica que se desdibuja en una falsa disyuntiva entre nacionalismo vs. globalización, con lo cual todo indica que no es hora de jugar a los dados, y sin embargo…

 

eperezharo@gmail.com

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